Claudio

Rodríguez

Zamora, 1934 - Madrid, 1999

Fue uno de los poetas españoles del siglo XX más valorados, como prueban los numerosos y prestigiosos galardones que logró desde joven: con sólo 19 años, ganó el premio Adonais (1953) por su primer libro, Don de la ebriedad, uno de los poemarios en castellano más brillantes del siglo XX según la crítica. Entre otros, recibió el Premio Nacional de Poesía (1983), el Premio Castilla y León de las Letras (1986), el Príncipe de Asturias de las Letras y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (ambos en 1993). Desde la infancia pasa largas temporadas en la finca de la abuela materna, en contacto con la naturaleza y las labores del campo. Destaca como buen estudiante y hábil futbolista, pero la temprana muerte de su padre (1947) marcará su juventud: su familia queda en la ruina y debe asumir la administración de las fincas. Sin embargo, esto contribuyó a su vocación poética por dos motivos. Por un lado, acentuó lo que llamó su “manía andariega”, largas caminatas en las que contempla y reflexiona (asegura que andando escribió y memorizó casi todo su primer libro). Por otro, se refugia en la lectura de la amplia biblioteca de poesía de su padre: clásicos españoles y en particular los místicos –con quienes comparte esa actitud contemplativa-, así como poetas franceses del siglo XIX (Baudelaire, Verlaine y Rimbaud). Ayudante de un profesor de latín y francés, esos años profundiza en la métrica latina, francesa y castellana. Publica sus primeros versos en la prensa local y se traslada a Madrid (1951) para estudiar Filología Románica con una beca. Su primer libro, Don de la ebriedad, impresiona a Vicente Aleixandre, con quien ya mantendrá siempre una amistad profunda, casi filial. Le dedica su siguiente libro, Conjuros (1958). También entabla amistad con otros poetas (Leopoldo Panero, Luis Rosales…) y en 1953 conoce a Clara Miranda, su esposa. Gracias a la ayuda de Dámaso Alonso y Aleixandre trabaja como lector de español en Nottingham (1958-1960) y Cambridge (1960-1964), donde descubre a los románticos ingleses (William Wordsworth y Dylan Thomas), que influirán en su poética. En Inglaterra escribe Alianza y condena (1965), su poemario favorito, que mereció el Premio de la Crítica. De regreso a Madrid, en los años setenta continúa la docencia universitaria y se produce su consagración como poeta. En 1976 publica su cuarto poemario, El vuelo de la celebración, que se incluye en la recopilación de su obra, Desde mis poemas (1983), Premio Nacional de Poesía. Elegido en 1987 miembro de la Real Academia Española, en el sillón vacante de Gerardo Diego, no toma posesión hasta 1992. Al año siguiente publica Casi una leyenda, último libro de poemas de una obra no muy extensa pero de gran intensidad expresiva, que plasma con perfeccionismo estilístico, original riqueza rítmica y sencilla precisión léxica, con la que reflexiona sobre el ser trascendente del hombre y el misterio de la naturaleza.

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