Ortega manifiesta su afán de trascendencia («la chimenea / frágil / atisba la inmensidad / desde el ojo mugriento de ceniza»), que también queda reflejado en la proyección hacia los otros.
Igualmente, en La mano sobre el papel destaca la ternura de varios de los poemas recogidos, especialmente los dedicados a sus hijos o a la infancia.