Valdenoceda, el penal de los olvidados

La mirada de Gregorio recorre el camino que separa el río Ebro de la entrada del penal. Sus ojos se llenan de lágrimas cuando imagina como en un espacio «tan pequeño» pudieron convivir miles de presos sin apenas alimento, mantas o un espacio en el que guarecerse de las bajas temperaturas.

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