Francisco

Umbral

(Madrid, 1935-Boadilla del Monte, Madrid, 2007)

Francisco Umbral

Es uno de los periodistas y escritores españoles del siglo XX más leídos y premiados, autor de una obra amplísima que toca y funde muchos géneros. Hijo natural de Ana María Pérez Martínez (la profesora Anna Caballé afirma que nació en 1932 y que son falsos varios aspectos de su biografía oficial), pasó su infancia en las provincias de León, Palencia y, sobre todo, Valladolid. En parte por su delicada salud y por su carácter rebelde (fue expulsado del colegio), su escolarización es breve y tardía, si bien desde temprana edad es un lector compulsivo y asiste a lecturas de poemas y conferencias. Logra así una formación autodidacta que le permite empezar a trabajar a los catorce años como botones y pronto colaborar en revistas universitarias. Animado por Miguel Delibes, que detecta su talento para la escritura, en 1958 comienza en Norte de Castilla carrera periodística que durará medio siglo. Más tarde trabaja en varios medios de León (la emisora La Voz de León –donde usa por primera vez su apellido Umbral, en una crónica por la muerte de Juan Ramón Jiménez- , y los diarios Proa y El Diario de León). En 1959 se casa con la fotógrafa María España Suárez Garrido, con quien tiene un hijo, Pincho, que fallece de leucemia con seis años. De este doloroso hecho nace su libro más lírico y personal, Mortal y rosa (1975), considerado por algunos su obra maestra. Esta pérdida, unida al distanciamiento de su madre y su dura infancia, marca profundamente su carácter. En 1961 va a Madrid como corresponsal y frecuenta la tertulia del café Gijón, donde traba amistad con Camilo José Cela, que le ayuda a publicar sus primeros libros. Colaborador de prestigio en revistas y diarios, con la Transición se convierte en uno de los columnistas más cotizados: primero, en el diario El País (1976-1988), después en Diario 16, y desde su fundación en 1989 en El Mundo. Durante toda su vida alterna una prolífica labor periodística con una regular publicación de libros, no sólo recopilaciones de artículos y crónicas, sino novelas, ensayos, memorias autobiografías, biografías (sobre Larra, Byron, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Cela, Delibes, Lola Flores…), diccionarios e incluso un solitario título de poesía: Crímenes y baladas (1981). Personalidad controvertida y polémica, poseyó un estilo reconocible, heredero del barroco y las vanguardias, imitado en la prensa española, con abundancia de neologismos y metáforas, no exento de un lirismo descarnado y provocador. Fue considerado «uno de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX» (Lázaro Carreter) y «el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual» (Delibes). De su centenar de libros, además de Mortal y rosa, se pueden destacar Balada de gamberros (1965, su primera novela, Memorias de un niño de derechas, Los males sagrados (ambos en 1972), Las ninfas (1975), Premio Nadal; La noche que llegué al café Gijón (1977), Trilogía de Madrid (1984), Pío XII, la escolta mora y un general sin un ojo, finalista del Premio Planeta en 1985; Leyenda del César Visionario (Premio de la Crítica, 1992), La forja de un ladrón (Premio Fernando Lara 1997) y Un ser de lejanías (2001). Obtuvo otros muchos galardones tanto por obras periodísticas y literarias como por su trayectoria: el Nacional de Cuentos Gabriel Miró con Tamouré (1964), el Carlos Arniches de la SGAE (1975), el César Ruano de Periodismo (1980), el Mariano Cavia de Periodismo (1990), el premio ‘Provincia de Valladolid’ a la Trayectoria Literaria (1994), el Francisco Cerecedo de la Asociación de Periodistas Europeos (1995), el Príncipe de Asturias de las Letras (1996), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (1997), el Nacional de las Letras (1997), el Premio Cervantes (2000), el Mesonero Romanos de Periodismo (2003), el galardón Castellanos y Leoneses del Mundo (2004) y la Medalla de Oro de la Comunidad de Madrid (2005). Doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid (1999), en 1986 fue candidato a miembro de la Academia de la Lengua, apadrinado por Cela, Delibes y José María de Areilza, pero no llegó a resultar elegido.

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