Con una prosa contenida y siempre hilarante, el escritor peruano traza su relación con el tabaco a partir del primer cigarrillo que fumó, en plena adolescencia, y hasta el momento en que concluye la escritura de estas memorias -1987-, renunciando a toda “moraleja”, e indiferente a que el público tome su relato “como un elogio o una diatriba contra el tabaco”.