Julia Otxoa mima sus cuentos como verdaderos hallazgos extraídos de ese territorio mestizo de la poesía y de la narrativa. Sería algo así como ese estado de duermevela, entre la vigilia y el sueño, donde las leyes de lo verosímil saltan por los aires y el personaje con nombre apenas de inicial (homenaje al Joseph K. kafkiano) acepta respirar en ese leve cruce lo que dura la eternidad de un buen relato breve.