Alejandro Cuevas (Valladolid, 1973) es un escritor secreto al que sus cuatro novelas hasta la fecha (Comida para perros, La vida no es un auto sacramental, La peste bucólica, Quemar las naves) han situado en el accésit al Premio Nadal, flamante Premio Ojo Crítico y otros muchos otros de relato compilados en el desopilante: Mariluz y el largo etcétera. Define lo suyo como costumbrismo más imaginación, lo que viene a ser luz y esperanza, fuego (aquí y ahora) y prospectiva. Su nueva novela ardiente nos incendia por entero: Mi corazón visto desde el espacio (Menoscuarto). Un disparo letal.
Cuevas hace radiografía de su época, de su generación, y así el libro cuenta hasta con marbete social: “Una oportuna novela sobre la generación más desaprovechada de la historia de nuestro país”. Jóvenes vencidos, jóvenes exiliados, jóvenes hartos de promesas, jóvenes pobres y titulados, jóvenes cansados, niebla y hartazgo, ese terreno donde termina la imaginación y empieza la auténtica vida. La acción discurre en “Desgracia”, una ciudad que son todas las ciudades españolas, presididas por las liquidaciones, los ceses inminentes de negocios y los ceños adustos.