Otro de los indiscutibles aciertos del libro es la potencia de su estilo. La prosa de Ferrando, meticulosa y precisa como un mecanismo de relojería, logra sin embargo insuflar a las palabras un calor y un poder emotivo que las convierten en una arquitectura viva, hecha de carne e irrigada de pasiones, capaz de asombrarnos intelectualmente pero también de emocionarnos.