Un brillante ejercicio de contención estilística y de azar encadenado

La ruta de Waterloo termina convirtiéndose en un conjunto modulado que deja en el paladar literario el “retrogusto” agridulce de los cuentos amados y amasados por el autor durante largo tiempo, luego dormidos, para ser desempolvados, reunidos en gavilla y, por fin, puestos al sol de los lectores. Un gusto. Menoscuarto se ha convertido en una editorial imprescindible.

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