Moyano escribe que mientras se camina la vida parece tener algún sentido, una certeza que se nutre de esa soledad únicamente alterada por la contemplación de agrestes paisajes, de la torva mirada de los encontradizos lugareños, de los silencios sólo alterados por las regulares palpitaciones que expresan la amable protesta del cuerpo humano a cada zancada, que parecen dar cuenta de la certeza de la vida sin mediaciones técnicas ni escenarios artificiales.