un libro para leer y entender en su contexto, en el que hay que pararse a reflexionar casi tantas veces como a reírse o llorar, tal es la talla humana de las historias que por él desfilan. Ex oficiales del ejército ruso haciendo de camareros, artistas callejeros filosofando sobre la felicidad, bohemios que venderían a su madre por un trago de vino… en fin, que acaba uno pensando que, si (según Hemingway) en aquella época “París era una fiesta”, fue a Orwell a quien le tocó lavar los platos después.