Un libro coherente, sin disonancias, sin fisuras de ningún tipo, fiel a su – tácita – poética, de la que, como he dicho antes, se puede estar más o menos de acuerdo, se puede ser más o menos partidario.
El libro, editado con exquisito esmero, viene acompañado con láminas en color de uno de los pintores más representativos del paisaje castellano, Díaz-Caneja. Una compañía gráfica que invita al silencio y, en ello, a reparar sustancialmente en el elaborado contenido de...