Alda

Merini

Milán, 1931-2009

Está reconocida como la última gran exponente de la poesía en Italia. En su juventud frecuentó a escritores como Quasimodo, Spagnoletti, Maria Corti y Manganelli. En 1993 ganó el Premio Librex-Guggenheim «Eugenio Montale», que supuso su consagración. Otros galardones impulsarían su candidatura al Nobel, con el apoyo —entre otros— de Dario Fo, para quien Merini fue «una figura poética extraordinaria». Obtuvo el aplauso de la crítica desde su primer libro, La presenza di Orfeo (1953). Esa precocidad creativa va pareja a un prematuro desequilibrio mental: ya en 1947 fue internada un mes en un centro psiquiátrico, experiencia que se repetiría en otras ocasiones a lo largo de su vida. De hecho, toda su trayectoria vital y literaria vendrá marcada por esa tensión entre locura y lucidez, como se muestra en una de sus obras fundamentales: La Terra Santa (1984). En varios de sus poemarios aborda el amor y el sufrimiento que éste conlleva, como se percibe en el título que aquí publicamos por primera vez en castellano, Vacío de amor (1991). Con el cambio de siglo su obra va derivando hacia una profunda religiosidad.

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