La Tierra Santa es el manicomio, el lugar de los marginados, de esos seres distintos a los que la sociedad no quiere ver, pero también es un trasunto de su propio cuerpo, del que en la vejez hizo bandera –son célebres sus fotos leyendo desnuda– como una reivindicación más de la diferencia, como un grito contra las imposiciones estéticas, que ocupó buena parte de su vida.